El imparable avance del turista ruso

Escrito en abr 22, 2013

El imparable avance del turista ruso

Es el año de los visitantes de la antigua URSS: en mayo, junio y julio de 2011 sus llegadas se duplicaron, con estancias más largas y mayor gasto que el resto.

Vodka, mafia y fajos de rublos. La imagen construida en torno a los rusos coincide muy poco con el turista que aterriza en Mallorca procedente del país más extenso del mundo. “La idea de personas bebiendo todo el día sin salir del hotel pertenece a otra época”, explica Olga, rusa, casada con un mallorquín y guía de la agencia receptiva NT Incoming, la más importante para este segmento de viajeros.

“Curiosos”, define Olga a sus compatriotas. Se comportan como los viajeros ingleses y alemanes de hace veinte años. “Contratan muchas excusiones, se interesan por el folclore, llegan con una lista de sitios para visitar y alargan las vacaciones hasta tres y cuatro semanas”, sintetiza. Un buen cliente que ha experimentado un notable aumento, aunque su presencia sigue siendo testimonial si la comparamos con alemanes, británicos, italianos, suizos, franceses o escandinavos.

En 1999 aterrizaron en Balears 8.421 rusos. En aquella época ocupaban el puesto vigésimo primero en el ranking de mercados emisores. Once años después han escalado hasta el decimotercer lugar, con 34.590 turistas, un 27% más que en 2009. Junto a austriacos, italianos, suizos y portugueses, son los que más han crecido, pero con una particularidad: ellos vienen de más lejos. Pasan a bordo de un avión una media de cinco horas, sin contar el viaje a los aeropuertos de salida en Moscú, San Petersburgo o Ekaterimburgo.

Recorren colgados entre las nubes más de 3.100 kilómetros. No está nada mal si pensamos en los islandeses, que viven a una distancia parecida. El año pasado no se acercó a las costas baleares ni un solo ciudadano de Reikiavik, según los datos de la conselleria de Turismo.

Los rusos, pese al inconveniente del visado, sí se atreven con Mallorca. Este es su año. En mayo triplicaron el número de llegadas al aeropuerto y en junio las duplicaron. NT Incoming, representante del touroperador Natalie Tours en España, prevé elevar en un 40% su número de clientes, confirma el responsable de contratación, Pau Martorell.

En los años más duros de esta crisis (2009 y 2010), los hoteleros especializados en el mercado anglosajón llamaron con insistencia a las puertas del receptivo para que cubriera con eslavos las vacantes de los británicos, quienes habían desertado en masa. La recesión apretaba y cualquier cliente era bienvenido, aunque en Mallorca pesaran determinados prejuicios. Una suspicacia alimentada con la detención del capo Guennadi Petrov en Calvià, en 2008, acusado de dirigir la organización criminal internacional Tambovskaya.

“Jamás he sufrido problemas con rusos, pero sí he tenido detenciones de clientes de otras nacionalidades. La estampa del mafioso no cuadra con las familias que viajan a Mallorca”, precisa José Cañellas, director de NT Incoming.

El hotel Club Cala Barca Iberostar, el resort más grande de Mallorca y uno de los más extensos de España, con 122.000 metros cuadrados al borde de Cala Mondragó, reserva 75 habitaciones a los ciudadanos procedentes de ese país.

Niños rubios corretean ataviados con la camisetas de la selección española y los padres… Los padres no están. Dejan a la chavalería con los canguros del hotel. “A ellas les gustan las perlas y a ellos la comida autóctona y las delicatessen. También contratan muchas excursiones, algunas típicas, como la vuelta a la isla o la visita a Valldemossa, pero también se inclinan por experiencias más singulares como las expediciones a las cuevas marinas y los viajes en globo. Y no son baratas: 35 euros las zambullidas y 130 el paseo por el cielo –”Eso, sin contar el taxi”, precisa Olga–. “También les atrae el flamenco”, remacha, y señala con el dedo el cartel de un espectáculo de Es Fogueró.

Poseen un poder adquisitivo medio o medio-alto pero no dilapidan el dinero. Tan distorsionada es la imagen del capo como la del rico excéntrico y suntuoso, aunque también los hay –”En varios hoteles de cinco estrellas son el principal cliente”, puntualiza Cañellas–. Los turistas rusos, de entre 25 y 44 años, forman parte de una incipiente clase media que suele alojarse en establecimientos de cuatro estrellas. “Pero hay mercado para los hoteles de tres estrellas”, puntualiza Pau Martorell. Su atractivo para el sector reside en las largas estancias, muchas de 21 noches; nada que ver con las vacaciones exprés de alemanes y británicos.

Otro sambenito que arrastran los rusos es que mezclan mal con otros turistas, especialmente con alemanes. “No es cierto. Para convivencia difícil, la de alemanes y británicos”, asevera Juan Carlos Pujol, director del Iberostar Club Cala Barca. La belicosidad entre anglosajones y alemanes se palpa sobretodo en la zona de hamacas, corrobora un empleado.

Sin embargo, las publicaciones británicas se han encargado de airear rankings de los ´peores turistas del mundo´, amparados en supuestas encuestas solventes. En estas listas, los puestos del deshonor los ocupan alemanes y rusos. Tiene gracia que los ingleses, tan proclives a perder el decoro en las noches de Magaluf, sean los autores de estas clasificaciones. Hace un par de años el rotativo sensacionalista Daily Mail se despachó a gusto en la portada: “Los rusos arrebatan a los alemanes la corona de peores turistas… Incluso esconden las hamacas en sus habitaciones”.

“Los alemanes han sido los campeones indiscutibles de la grosería en vacaciones, pero parece que su largo reinado ha tocado a su fin. Los rusos alcanzan al primer puesto gracias a su dudoso gusto en el vestir, los malos modos en la mesa, y – lo peor de todo – el hábito de esconder hamacas en las habitaciones para asegurarse por la mañana un lugar privilegiado en la piscina”, afirmaba el Daily Mail. La visión del director del Iberostar Club Cala Barca es diametralmente opuesta. “Son clientes tranquilos; no requieren un trato distinto”, afirma Juan Carlos Pujol.

Tal vez su principal handicap reside en el idioma. Muy pocos se expresan en ingles. El hotel, junto a NT Incoming, hace un esfuerzo en arropar al colectivo eslavo: habilita una guardería exclusiva y los usuarios se registran en la misma zona donde se hospedan, para evitarles esperas tediosas después de un viaje de cuatro horas y media en avión y casi otra hora en autobús. El subdirector, tres recepcionistas, tres camareros y otras trece personas de animación hablan ruso. “Después de los empleados españoles, los de habla rusa constituyen el grupo más numeroso de nuestra plantilla”, confirma Juan Carlos Pujol.

Este esfuerzo merece la pena si tal como anuncia Turespaña, “su techo está todavía muy lejos”. El margen de crecimiento es amplio aunque otras Comunidades han tomado varios cuerpos de ventaja. Cataluña aglutina el 57% del mercado, seguida de Canarias (10,7%), Andalucía (8,8%) y Balears (7,6%).

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